domingo, 29 de enero de 2012

El amor - Jalil Gibrán

ENTONCES dijo Almitra: háblanos del amor.
Y él levantó la cabeza, extendió sus miradas sobre todo el pueblo de Orfalís, y un profundo silencio se hizo, y con voz sonora, díjoles:
Cuando el amor os llame, seguidlo, aunque sus caminos sean duros y empinados.
Y cuando sus alas os envuelvan, entregaos a él.
Aunque la espada que se oculte entre sus plumas os hiera.
Y cuando os hable, creedle.
Aunque su voz devaste vuestros sueños, así como arrasa los jardines el viento del norte.
Porque así com el amor os corona, os crucificará.
Así como impulsa vuestro crecimiento, también os podará.
Así como impulsa vuestro crecimiento, también os podará.
Así como asciende hasta vuestras alturas y acaricia vuestras más tiernas ramas que se agitan ante la faz del sol,
Descenderá hasta vuestras raíces enclavadas en la tierra, y las sacudirá en el silencio de la noche.
Como gavillas de trigo os cosechará para sí.
Os trillará hasta dejaros desnudos.
Os tamizará hasta libertaros de lo inútil.
Os molerá hasta dejaros como el ampo de la nieve.
Os amasará hasta dejaros dúctiles.
Y entonces os destinará a su fuego sagrado, donde quedaréis convertidos en pan sagrado para la sagrada fiesta de Dios.
Todas estas cosas las harás eñ amor con vosotros para que podáis conocer el secreto de vuestro corazón, y quedar convertidos, gracias a ese conocimiento, en un fragmento del corazón de la Vida.
Mas, si en vuestro temor buscáis solamente la paz y el placer que el amor puede ofrecer.
Entonces os valdría mejor cubrir vuestra desnudez y abandonar su era, y seguir a un mundo sin estaciones donde podréis reír, mas no con toda vuestra risa, y llorar mas no con todas vuestras lágrimas.
El amor no da nada que no sea de sí mismo, y no toma nada que no sea de sí mismo.
El amor nada posee, ni permite ser poseído.
Porque el amor se basta al amor.
Cuando améis no digáis: "Dios está en mi corazón", sino más bien: "Yo estoy en el corazón de Dios".
Y recordad que nunca podréis dirigir el curso del amor, sino que el amor, si os encuentra dignos, es el que dirigirá vuestro curso.
El amor no tiene ningún otro deseo fuera del de lograr su propia realización.
Pero si amáis y está en vuestra voluntad tener vuestros propios deseos, que éstos sean así:
Derretiros y convertiros en un arroyo que cante sus melodías a la noche.
Conocer el dolor de una excesiva ternura.
Quedar heridos por vuestro propio conocimiento del amor.
Y derramar, voluntaria y alegremente vuestra sangre.
Y despertaros al rayar el alba con un corazón alado, dando las gracias por otro día de amor.
Descansar al mediodía y meditar en el éxtasis del amor.
Regresar a la hora vespertina a la casa con gratitud.
Y dormir entonces con una plegaria en el corazón para el amado, y en los labios con un himno de bienaventuranza.

Bibliografía:
El profeta - Versión: Antonio Chalita Sfair. Jalil Gibrán. 11a. Edición.

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